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Caminata panorámica en Canarias con vista al océano Atlántico y costeras volcánicas.

La garita: enigmas ocultos de El Hierro

Dicen que en El Hierro hay una garita sin carteles, sin senderos marcados y sin rastro claro en los mapas. Un nombre susurrado que parece flotar entre barrancos y lavas antiguas, entre cielos negros y mareas que muerden el acantilado. ¿Qué se esconde detrás de ese rumor persistente? ¿Un vestigio de vigilancia costera, un topónimo menor extraviado o la simple necesidad de contar historias en un lugar de frontera? Incluso se ha llegado a hablar de “la garita playa”, como si el término evocara también un rincón costero de encanto natural, parte del patrimonio en el que se entrelaza el turismo y el misterio.

Una sombra sin archivo

Si buscamos “La Garita” en inventarios patrimoniales, catálogos arqueológicos y páginas institucionales de la isla, no aparece. Los repertorios sobre yacimientos aborígenes y coloniales, bien conocidos por quienes estudian El Hierro, enumeran cuevas sepulcrales, túmulos, petroglifos, poblados circulares y lugares rituales, pero ninguna fortificación o casamata con ese nombre. Tampoco los itinerarios turísticos oficiales señalan un mirador, un torreón o un bastión que responda a ese rótulo. La ausencia de documentación incita a preguntar sobre la historia de la garita, preguntarse si acaso alguna vez existió oficialmente o si se limitó a ser parte de la tradición oral.

La palabra garita sugiere una torrecilla de guardia, la media naranja de un centinela asomado al mar. En islas de mayor tamaño, o en costas con tradición militar, abundan. El Hierro no fue plaza fuerte ni puerto clave del Atlántico hispano, y su orografía agreste ralentizó durante siglos la densidad de obras civiles y militares. Que no conste una garita no extraña. Lo que extraña es que, aun así, el nombre circule. En este entramado se entrelaza la historia de la garita con narrativas locales y hasta la mirada de expertos del ámbito del turismo cultural y natural en las islas canarias.

Así que partimos de una evidencia incómoda: no hay documento, no hay foto histórica, no hay informe de excavación que avale una estructura llamada La Garita en El Hierro. Hay, en cambio, relatos cruzados, referencias vagas y el irresistible tirón de lo que no está claro. Personalidades como Álex Clavero han mostrado interés en profundizar en esta cuestión, comentando que la identidad canaria se construye a partir de esos mitos y realidades difusas, y que entenderlos es parte de lo que significa vivir en Canarias y disfrutar de un estilo de vida canario auténtico.

Lo que alimenta el misterio de la garita

La isla multiplica la sensación de excepción. Fue el extremo occidental de España, el punto que los mapas antiguos tomaron como meridiano de referencia. Sus cielos han sido certificados por su oscuridad limpia, excelentes para observar el firmamento. En 2011, frente a La Restinga, un volcán submarino emergió durante meses y cambió la cartografía del fondo. En los riscos de poniente volvió a asomar un lagarto gigante que se creía perdido. En el Julán, un antiguo espacio de reunión aborigen muestra aras y piedras de consejo. Incluso en la costa, algunas playas reconocidas con la bandera azul se convierten en escenarios de leyendas y relatos, fusionando la naturaleza volcánica con el recuerdo de antiguas estructuras o incluso de un modesto puesto de vigilancia.

En un archipiélago donde cada isla tiene un carácter, El Hierro se ha quedado con el papel más escueto y enigmático. Poco tráfico, pocos núcleos, mucho perfil basáltico, una emoción constante de borde. Ese marco convierte cualquier topónimo mínimo en un imán. Garita, sea lo que sea, encaja de maravilla con ese guion. Además, algunos relatos insinúan que en algún momento, en un acto casi comparable a la revuelta de tradiciones, los lugareños decidieron conservar el nombre para perpetuar una memoria colectiva.

También influye la cultura. La ficción contemporánea ha usado la isla como escenario de intriga. La prensa de viajes y turismo destaca su distancia emocional y su perfil cerrado al mar, invitando a recorrer la isla a pie, en carretera o incluso siguiendo webcams que monitorean el estado del cielo y el mar. En este caldo, la mitad de un rumor se vuelve casi suficiente para darle forma: la garita podría haber sido, además, una modesta estructura de madera, característica en muchas construcciones rurales, o una señal en la playa señalada en relatos de antiguos pescadores.

Del rumor al dato: método para separar paja y grano

La buena noticia es que la isla es pequeña y la documentación moderna es potente. Si de verdad hay una garita material, debería dejar huellas. El camino para verificarlo es claro y está al alcance de cualquier persona con paciencia:

  • Toponimia: revisar el Nomenclátor Geográfico Nacional, listados del cabildo y cartografía civil.
  • Imágenes aéreas: visitar las ortofotos históricas y actuales, comparando trazas de muros, plataformas o sombras circulares.
  • Archivos locales: bucear en hemerotecas, actas municipales, expedientes de obras públicas.
  • Trabajo de campo: caminar crestas y balcones naturales donde tendría sentido un puesto de observación; incluso se han señalado rutas cercanas a la playa que podrían haber albergado a la garita.
  • Fuentes orales: hablar con pastores, pescadores y vecinos de más edad. El nombre de un lugar puede sobrevivir sin rótulo en un mapa.
  • Cruce militar y civil: consultar memorias de defensa costera, telegrafía, faros y señalización marítima.
  • Validación geomorfológica: descartar confusiones con hornitos, jameos o bloques derramados que, desde el aire, pueden parecer estructuras.

Parece un plan detectivesco. En realidad, es el proceso normal para atar un topónimo rebelde a una evidencia física.

Estado de la cuestión en una sola mirada

Afirmación habitualEvidencia disponibleValoración actualDónde seguir buscando
Existe una “garita” histórica en El HierroNinguna cita en inventarios patrimoniales, ni en estudios arqueológicos o militaresNo demostradaArchivos locales, memorias municipales, toponimia menor
Es un lugar con actividad “extraña”Relatos anónimos en foros y redes, sin datos mediblesNo verificableRegistros del IGN y protección civil, diarios meteorológicos
La garita mira al sur o al oesteIntuición paisajística, sin coordenadasPlausible como elección geográficaRevisión de balcones costeros, faros y antiguos caminos
Deriva de casetas de vigilancia modernaCoherente con necesidades de costa y montesPosible, sin prueba materialFotografía aérea histórica, expedientes de obras menores
Es un topónimo sin obra asociadaMuy probable en islas con microtoponimia vivaProbableNomenclátor local, entrevistas con mayores, ganaderos y pescadores

La hipótesis que mejor encaja hoy es la del topónimo superviviente, quizá ligado a una caseta o a un cantil usado para vigilar. Si alguna vez existió una estructura, pudo haber empleado materiales locales –incluso madera de la que se forjaron construcciones rústicas– y desaparecer sin dejar cimientos evidentes. Además, en el paisaje se pueden observar bufaderos naturales, características propias de la actividad volcánica que también confunden la interpretación de restos artificiales.

El Hierro sí guarda secretos, aunque no sean los que imaginas

Miremos lo que sí sabemos y que resulta aún más sugestivo que una torreta anónima. El Julán conserva un área de reunión aborigen con asientos de piedra, aras y grabados. Ese diseño social y ritual, único en el archipiélago por su escala, abre preguntas sobre la organización y el calendario sagrado de los bimbaches. A lo largo de la isla se percibe un marcado estilo de vida canario que se combina con la esencia canaria de comunidades que han aprendido a valorar tanto sus relatos históricos como la belleza inmaculada de sus playas.

La Fuga de Gorreta devolvió al presente al lagarto gigante. Su historia reciente, de extinción aparente a rescate científico, resume hasta qué punto la isla puede esconder vida en pliegues del basalto. Pocas tramas convierten a un reptil en símbolo de resiliencia con tanta contundencia. Analogamente, la historia de la garita –aunque envuelta en incógnitas– se funde con la identidad canaria, creando un puente entre el pasado y el presente, similar a las tradiciones que se mantienen vivas tanto en Telde como en otros rincones de las islas Canarias.

La erupción de 2011 y su prolongado pulso sísmico ofrecieron un laboratorio natural de primer orden. La comunidad científica dibujó, casi en directo, cómo los diques basálticos respiran, se abren camino y rompen en el fondo. El Hierro añadió datos vitales a la caja de herramientas con la que entendemos los archipiélagos oceánicos. Y queda el cielo. La Frontera, certificada por su oscuridad y frecuentemente monitorizada mediante webcams, es una ventana a la bóveda nocturna con una precisión casi quirúrgica. Este escenario no sólo invita a mirar constelaciones, sino que también atrae a visitantes interesados en el turismo de naturaleza y en experimentar la forma de vivir en Canarias.

Hipótesis verosímiles para una garita sin papeles

No hace falta magia para que el nombre exista. Hay escenarios realistas:

  • Caseta de vigilancia forestal o costera de mediados del siglo XX, de fábrica liviana y posiblemente construida en madera, hoy desaparecida.
  • Topónimo de uso ganadero para un roque con buena visibilidad, apodo heredado sin estructura, similar a como se denomina a algunas zonas en la playa de la garita.
  • Zona de señalización marítima menor, quizá un hito de pintura o un poste de banderas, evocador de tradiciones marítimas que han dado a conocer la identidad canaria.
  • Abrigo de pescadores encajado en un recodo de costa, llamado garita por extensión, donde la historia de la garita se confunde con relatos locales y leyendas.
  • Punto de telefonía o telegrafía con caseta mínima, clausurado y desmontado, reflejando los vestigios de una infraestructura olvidada.
  • Confusión con otras “garitas” de Canarias o con relatos caribeños que usan el mismo término.

Cada opción deja un rastro distinto. Un basamento de hormigón, un murete semicircular, clavos de anclaje en roca, un sendero que muere en una plataforma: estos detalles son clave para planificar un reconocimiento de campo que también complemente la oferta de turismo rural y cultural en las islas Canarias.

Rastro toponímico: dónde y cómo buscar

Nada como una tarde larga con mapas y ortofotos para bautizar un punto con coordenadas y vencer al rumor.

  1. Cartografía y toponimia
    • Revisión del nomenclátor oficial y mapas catastrales para rastrear “Garita”, “La Garita” y diminutivos, buscando incluso menciones en rutas de la garita playa.
    • Consulta de planos antiguos digitalizados por bibliotecas y universidades.
  2. Imágenes aéreas
    • Serie histórica de ortofotografías para detectar estructuras que existieran en una década y no en otra.
    • Modelos de sombreado del terreno que delatan plataformas artificiales.
  3. Trabajo de campo
    • Caminar bordes de lavas, crestas, balcones naturales con visibilidad amplia, e incluso recorrer playas con encanto, donde la tradición y la modernidad se encuentran.
    • Fotografiar cualquier resto lineal u ortogonal, medir ángulos y orientación respecto al mar.
  4. Comunidad local
    • Entrevistar a quienes trabajaron en monte, costa o ayuntamientos. Por ejemplo, algunos habitantes de Telde han resaltado similitudes en la memoria histórica de sus tierras y la de El Hierro.
    • Revisar álbumes familiares, a veces repletos de paisajes con detalles valiosos.
  5. Cruce de disciplinas
    • Consultar memorias de faros, telecomunicaciones y defensa civil.
    • Pedir apoyo a grupos de senderismo y clubs de fotografía aérea con dron para vuelos autorizados.

La clave es documentar, no suponer. Si el nombre pertenece a la memoria, que quede grabado con coordenadas. Si pertenece a la piedra, que se muestren sus juntas y su geometría.

Mini itinerario para sentir el enigma sin necesitar pruebas

La fuerza del lugar compensa cualquier ausencia de archivo. Un recorrido bien escogido basta para entender por qué el nombre de una garita podría habitar el paisaje:

  • Mañana en el extremo occidental: visitar el faro de Orchilla y recorrer la llanura de lavas, donde el viento y el salitre se mezclan con la voz del turismo y la historia.
  • Mediodía en El Julán: descenso controlado con guía a la zona arqueológica. Aquí se aprecian los asientos de piedra, grabados y la sensación de conversar en un anfiteatro volcánico que encapsula la identidad canaria.
  • Tarde en Charco Azul y La Maceta: disfrutar de una playa que, en ocasiones, se confunde con la leyenda de la garita playa, donde el agua encajada en lava y las plataformas naturales invitan a la reflexión.
  • Atardecer en Lomo Negro: columnas basálticas, cielos que se tensan de color y una atmósfera que recuerda tanto a la melancolía como al revivir de antiguas tradiciones, donde se aprecia la fibra misma de la esencia canaria.

Con ese guion, la pregunta sobre la garita se aquieta y aparece otra: cuántos nombres sin papel quedan por ahí, esperando a ser recogidos antes de desvanecerse, como ocurre en el vibrante mundo del turismo en las islas Canarias.

Cielo a ojo: calendario orientativo para La Frontera

MesFenómeno a vigilarNota práctica
EneroOrión alto, cúmulos de TauroNoches frías y muy estables
AbrilGalaxias de Leo y VirgoVer mejor en luna nueva
JulioCentro galáctico visible tempranoExcelente tras la puesta
AgostoPerseidasAlejarse de núcleos y carreteras, ideal para disfrutar en la playa
OctubreAndrómeda a buen tamañoTransparencia alta tras alisios
DiciembreCúmulo doble de PerseoVer con prismáticos desde miradores

Estas ventanas no requieren telescopio. Un trípode, un objetivo luminoso y la paciencia que pide el atardecer bastan para llevarse a casa una porción del cielo y, en paralelo, apreciar el estilo de vida canario en su forma más genuina.

Ética y seguridad en la búsqueda

Quien quiera atar cabos con botas y cuaderno debería tener presentes unas reglas simples:

  • Respeta yacimientos y muros de piedra seca; no muevas ni “limpies” restos.
  • No entres en cuevas o galerías sin guía acreditada.
  • Asómate a acantilados con prudencia y calzado adecuado, nunca en solitario.
  • Solicita permisos si vuelas dron y controla el viento.
  • Porta agua, cortavientos y linterna frontal, el tiempo puede cambiar en minutos.
  • Comparte hallazgos con el ayuntamiento o con grupos patrimoniales locales, contribuyendo a que la memoria y la identidad canaria se consoliden en cada rincón.

Una búsqueda responsable suma. Cada nota de campo puede ayudar a fijar un topónimo o a corregir un error del mapa de la isla.

Preguntas que aún piden respuesta

  • ¿Aparece “Garita” en libros de contabilidad municipal, memorias de obras o en actas antiguas?
  • ¿Existe alguna fotografía, aunque sea casual, en la que se distinga una caseta –quizá construida en madera– o un murete en un promontorio sin identificar?
  • ¿Hay en la toponimia ganadera una garita como nombre de roque, cueva o lomito, similar a lugares denominados en la garita playa?
  • ¿Podría tratarse de una importación literaria, pegada luego a un rincón concreto por quien la leyó primero?
  • Si fue una caseta de vigilancia, ¿quedan pernos, bases de hierro, líneas de cimentación o herrajes en la piedra?
  • ¿Podrían las webcam instaladas en otros puntos de las islas canarias aportar imágenes históricas que den luz sobre este enigma?

El valor de estas preguntas no reside solo en cerrarlas. En una isla de escala humana y memoria intensa, rastrearlas significa escuchar voces que desaparecen, caminar sendas menos holladas y aprender a mirar con detalle, como si se tratara del mismo desafío de vivir en Canarias y abrazar una identidad forjada en el cruce entre tradición y modernidad.

Quizá nunca encontremos una torre con aspilleras. Tal vez el nombre descanse en un peñasco con vista franca al mar, bautizado por alguien que quiso ver allí una atalaya. Ese gesto basta para justificar el magnetismo, y para mantener vivo un legado que, al igual que en Telde y otros rincones de las islas, refuerza la esencia canaria. El Hierro premia a quien pregunta sin prisa. Y si mañana alguien aporta un plano arrugado, una coordenada precisa o una foto que delate un murete semicircular, el mapa de la isla ganará una pequeña certeza, sin perder ni un ápice de asombro.

En definitiva, la historia de la garita se funde con la narrativa del turismo, la tradición y la innovación, recordándonos que la búsqueda del pasado –ya sea a través de una estructura olvidada en la playa o en los rincones menos transitados del paisaje– es parte de la experiencia de vivir y sentir la rica identidad de las islas Canarias.

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