Marea de la leche: misterio en el mar de las calmas
Una noche sin luna frente a La Restinga basta para que el Atlántico cambie de guion. El rumor de las olas parece el de siempre, la brisa huele a sal y lava vieja, pero al mínimo golpe del agua contra el malecón algo se enciende: azul eléctrico, un destello que se apaga en un suspiro, otro más allá, una estela blanca que parece flotar bajo los pies. Los herreños lo llaman la marea de la leche o, en un giro aún más certero, las aguas mansas luminosas. Es ciencia pura y, al mismo tiempo, un pequeño prodigio nocturno.
Este rincón del suroeste de El Hierro, el Mar de las Calmas, tiene fama de remanso. Protegido de los alisios y bendecido por aguas claras y templadas, regala una visibilidad submarina insólita en Canarias. Esa calma casi perpetua es cómplice del espectáculo: concentra organismos microscópicos capaces de producir luz y, sobre todo, permite verlos sin interferencias.
La isla del meridiano cero conserva otra virtud rara: oscuridad de verdad. Aquí la noche es noche, sin farolas invasivas, sin neones que blanqueen el horizonte. Todo favorece la chispa biológica, potenciando la biodiversidad marina y permitiendo a este fenómeno natural desarrollarse sin interferencias.
Dónde ocurre y por qué aquí la noche sí brilla
La Restinga es la puerta más cercana a la escena. Desde su puerto y a lo largo del litoral del Mar de las Calmas, la bioluminiscencia brota con frecuencia en verano y comienzos de otoño, cuando la columna de agua está más estratificada y el oleaje acaricia, más que golpea, la costa. No hay secreto místico: hay condiciones oceanográficas singulares.
- Aguas claras, muy salinas y templadas
- Ausencia de grandes afloramientos fríos
- Vientos dominantes contenidos por la orografía
Durante el día, si la floración es intensa, el agua puede lucir un velo lechoso o rosado. De noche, con oscuridad total, cada onda se transforma en pincel de luz.
Qué es lo que luce: del plancton a las bacterias
Los protagonistas son millones de microorganismos. Entre ellos destaca Noctiluca scintillans, un dinoflagelado grande para su escala microscópica, casi una minúscula bola gelatinosa que, al ser agitada, libera un brillo azul. También participan otros dinoflagelados y cianobacterias, y bacterias marinas como Vibrio y Photobacterium.
En noches con parches muy densos, la suma de destellos individuales de Noctiluca se percibe como una sábana luminosa que corre con la ola. En El Hierro, la señal más intensa se asocia casi siempre a dinoflagelados.
La ciencia detrás del hechizo
La explicación científica cabe en tres ideas: alimento, quietud y oscuridad.
El alimento llega con pulsos de nutrientes que sostienen grandes poblaciones planctónicas. La quietud la pone el Mar de las Calmas. La oscuridad la regala la isla. La física acompaña: la salinidad oceánica alta favorece tanto el crecimiento de Noctiluca como la intensidad de su brillo por célula.
| Factor ambiental | Condición típica en el Mar de las Calmas | Efecto sobre el brillo visible | Detalle relevante |
|---|---|---|---|
| Temperatura superficial | 19 a 26 °C | Favorece proliferación; calor excesivo reduce brillo por célula | Noctiluca emite más por célula en aguas más frías, pero crece bien en templadas |
| Salinidad | 35 a 36 PSU | Aumenta la intensidad de luz por célula | La sal oceánica optimiza la maquinaria lumínica |
| Oscuridad | Muy alta, cielo Starlight | Mejora la percepción y evita inhibición | La luz artificial intensa puede suprimir el destello |
| Estratificación | Alta en veranos calmos | Acumula parches densos cerca de la superficie | Olitas pequeñas activan destellos continuos |
| Nutrientes | Pulsos estacionales | Disparan florecimientos masivos | Lluvias, mezcla y aportes orgánicos puntuales |
El papel dominante de Noctiluca
Noctiluca scintillans no es una “alga” fotosintética. Es un dinoflagelado heterótrofo que come a otros microorganismos. Puede alcanzar 200–400 micras. Dentro de la célula hay vesículas llamadas scintilletas, cargadas de luciferina y luciferasa. Un golpe activa la reacción. El destello dura fracciones de segundo… pero en un banco denso, la repetición crea la sensación de resplandor continuo.
Cuándo mirar, cómo hacerlo bien
Los mejores episodios suelen llegar en verano tardío y principios de otoño. Para aumentar las probabilidades:
- Fase lunar: luna nueva o cuarto menguante
- Viento: flojo o en calma
- Marea: poca resaca, oleaje corto y bajo
- Iluminación: sin linternas blancas; usa luz roja tenue
- Punto de observación: muelle de La Restinga, orillas rocosas tranquilas
- Actitud: paciencia y silencio (los ojos se adaptan en 15 minutos)
También ayuda ir preparado y con respeto al entorno:
- Agua y abrigo ligero
- Calzado con suela adherente
- Bolsa para no dejar residuos
Si decides entrar al agua, hazlo con máxima prudencia, nunca solo y atendiendo a la normativa de la reserva. Mejor aún: quédate en costa y disfruta sin perturbar.
Ecosistema y consecuencias de la marea de la leche
Un florecimiento de Noctiluca es un evento ecológico potente. Depreda otros microplancton, huevos de zooplancton y dinoflagelados. Pero también aporta biomasa que beneficia peces y medusas. Durante el día, el agua puede virar a tonos rosados o pardos (“marea roja”), que no suele ser problemática, aunque se recomienda evitar colectas de marisco en episodios intensos.
La oscuridad como aliada: El Hierro y el valor de mirar
Que la bioluminiscencia se vea tan bien aquí no es solo cuestión de plancton. La isla protege la noche con esmero. Cielos certificados por su oscuridad, baja densidad de población y farolas cuidadosas convierten a El Hierro en un observatorio natural privilegiado.
Un nombre con ecos antiguos
“Leche” y “Hierro” se rozan desde hace siglos en la isla. En la memoria reciente, pescadores y vecinos han interpretado el mar brillante con una mezcla de respeto y curiosidad. Hoy, la foto nocturna y las salidas discretas para ver el brillo conviven con relatos de abuelos junto al muelle.
Preguntas que siempre surgen
¿Es peligroso? No para el baño ocasional, aunque evita entrar al agua de noche. Cuidado con mariscos en marea roja diurna.
¿Se puede “provocar” el destello? Sí, agitando suavemente el agua. Un palo o la mano, desde el muelle, suelen bastar.
¿Se da cada verano? Hay temporadas mejores y peores. Años cálidos y muy calmados tienden a producir más noches luminosas.
Un rato junto al malecón
La escena final de cualquier visita ideal no requiere grandes palabras. Te sientas en el borde de piedra, apagas el móvil, esperas. Un pez pequeño corta la lámina y la cola se enciende. La ola trepa el escalón y la espuma se tinta. Te levantas, haces girar el agua con la punta del pie: se dibuja una media luna azul que se deshace al instante.
La marea, por un momento, parece de leche. Y la noche de El Hierro, más negra y más luminosa que en ningún otro lugar, nos recuerda la importancia de proyectos que estudien estos fenómenos naturales y su impacto en la salud y biodiversidad de nuestros mares.

