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Punta Brava y Playa Jardín – Costa Norte en tiempo real

Punta Brava, playa tranquila, bien cuidada de arena negra

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Imagen de playa Punta Brava perteneciente a la ciudad de Puerto de La Cruz en el norte de Tenerife.

Playa Jardín: Un jardín botánico frente al Atlántico

Hay playas que te abrazan desde el primer paso. El rumor constante del Atlántico, la textura fina de la arena volcánica, un paseo que serpentea entre palmeras y rocas negras. Todo encaja sin esfuerzo, como si la costa hubiera decidido vestirse de jardín para recibir a quien llega.

Este efecto armónico no es casualidad. Aquí, el arte dialoga con la naturaleza de forma continua, y el visitante lo percibe en cada tramo del paseo, en cada glorieta, en cada rincón de sombra. Como resultado, el conjunto transforma una simple jornada de sol y mar en algo mucho más profundo: un paseo botánico a orillas del océano, con la imponente silueta del Teide vigilando desde la distancia.

La visión creativa de César Manrique

A finales de los años ochenta, el artista César Manrique imaginó una costa que no compitiera con el paisaje, sino que se fundiera armoniosamente con él. Su proyecto tomó forma mediante muros de piedra volcánica, jardineras orgánicas, cuevas naturales, cascadas de agua salada y senderos curvos que evitan la línea recta. Como consecuencia, la vista permanece siempre abierta hacia el mar. El paseo marítimo, a modo de mirador continuo, acompaña suavemente el ritmo del litoral sin invadirlo.

La vegetación es indiscutiblemente protagonista. Palmeras canarias, tabaibas, cardones, verodes, majestuosos dragos y tajinastes se entrelazan para contar la historia climática de la isla. Terraza a terraza, estas especies componen un vibrante mosaico verde sobre la roca volcánica, intercalándose con pérgolas, zonas infantiles y pequeñas plazas donde sentarse a respirar la fresca brisa marina.

Existen detalles de gran belleza. Por ejemplo, dos imponentes ejemplares de árbol del viajero flanquean la entrada del templete de música, actuando como portales naturales. Cerca de allí, una agrupación escultórica de agaves dibuja texturas fascinantes junto al camino. A pesar de estos toques artísticos, nada parece impostado, creando una sensación general de equilibrio perfecto.

El resultado final es un espacio que educa de manera casi intuitiva. La señalética ambiental ayuda, por supuesto, pero el verdadero aprendizaje ocurre mientras se camina: se reconocen formas, olores, colores y ciclos naturales. Así, se comprende por qué este tramo del litoral se siente tan cómodo y auténtico.

El paisaje: arena volcánica y horizonte azul

La característica arena negra retiene el calor del sol y crea contrastes hipnóticos con el blanco puro de la espuma. En días particularmente despejados, el Teide se ilumina con luces doradas durante el atardecer, transformando el paseo superior, junto al histórico Castillo de San Felipe, en uno de los miradores más apreciados del norte de Tenerife.

Simplemente sentarse y observar es una experiencia en sí misma. Las olas marcan un ritmo constante, las gaviotas se mueven a distancia, y el inconfundible olor a sal llega por suaves ráfagas. Cuando el mar está en calma, el ambiente se vuelve más íntimo y tranquilo. Por el contrario, en jornadas de mayor oleaje, la escena se anima con la presencia de surfistas en las zonas especialmente habilitadas.

La escala del lugar es notablemente amable: ni excesivamente grande ni demasiado pequeña. Es suficiente para caminar con comodidad, disfrutar de una buena lectura o darse un baño cuando el color del mar resulta irresistible. Quien busca calma la encuentra fácilmente, especialmente en el extremo de Punta Brava, más recogido y protegido.

PUERTO DE LA CRUZ
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