Panorámica del Valle de Los Realejos – Costa y Montaña en Tiempo Real
vistas hermosas al mar y a la montaña

Descubre los realejos: naturaleza y cultura
Casi todo lo que se admira en el norte de Tenerife cabe en Los Realejos: acantilados volcánicos, bosques húmedos, bancales de plataneras, haciendas centenarias, parroquias con artesonados de madera y una cultura festiva que no descansa. Este destino se ha consolidado como una localidad turística de referencia en Canarias. Aquí el Atlántico y la montaña se miran de frente, y el visitante siente que cada curva del camino ofrece un horizonte nuevo. No hay prisa; el paisaje marca el ritmo.
Aunque el municipio ocupa poco más de 57 km², su verticalidad es asombrosa: desde cero metros en la orilla del mar hasta las faldas de la cumbre, con vistas que alcanzan el Teide en días claros. Un microcosmos canario en miniatura, perfecto para caminar, fotografiar y saborear.
Un valle que mira al Atlántico y al Teide
El Valle de Los Realejos se despliega en la ladera norte de la isla, entre los barrios históricos del Realejo Alto y Realejo Bajo. La orientación al norte regala humedad y nubes bajas en las medianías, lo que alimenta los bosques de monteverde. En la costa, el sol calienta playas de arena negra y callaos, y se puede disfrutar además de algunas de las mejores playas de Canarias. En lo alto, el aire es más fresco y transparente.
- Temperaturas agradables todo el año: entorno a 13–19 °C en invierno y 25–26 °C en agosto.
- Varias capas de clima en pocos kilómetros: litoral templado, medianías húmedas, cumbres nítidas y tiempo en Canarias que invita a explorar.
Las playas y calas del municipio se encajan entre coladas y roques. Nombres como El Socorro, Castro, Los Roques, La Fajana o La Grimona aparecen una y otra vez en conversaciones de surfistas, fotógrafos y caminantes. Entre barrancos como Ruiz o Castro, el verde contrasta con el azul del océano y los tejados de teja, componiendo la postal que muchos buscan al llegar.
Naturaleza que se siente: flora y fauna endémicas
La riqueza botánica se aprecia a simple vista, pero se entiende mejor al observar cómo cambia la vegetación con la altitud. En las zonas altas prospera el pinar canario y, en umbrías y barrancos, el monteverde con fayas y brezos. Más arriba asoman arbustos de montaña y endemismos de porte elegante como el tajinaste rojo o el rosalito de cumbre. En los cauces y vaguadas, madroños, palos blancos y sauces añaden sombra y frescor.
Junto a la costa irrumpen comunidades halófilas, cardonales y tabaibales. Palmerales naturales se refugian en la Rambla de Castro, uno de los paisajes protegidos más bellos de Tenerife. Entre plataneras y caminos de servidumbre, la flora dibuja un mosaico excepcional.
La fauna está a la altura. Aves marinas como la pardela cenicienta buscan la costa para anidar, mientras rapaces como el halcón de Berbería aprovechan las corrientes del macizo de Tigaiga. En los bosques, el canto del pinzón azul del Teide o el paso sigiloso del gavilán canario recuerdan que estas laderas son hogar de especies exclusivas.
Quien disfrute con el prismático encontrará guías, miradores y rutas ornitológicas que señalan hábitats clave. Barranco Ruiz y Rambla de Castro son lugares estrella para avistar endemismos y migratorias invernales. Un consejo útil: la primera hora de la mañana es el tramo ideal para escuchar y observar sin prisas.
Miradores que conquistan
Es fácil enamorarse de Los Realejos desde sus balcones naturales. Algunos están al borde del mar; otros, colgados en la pared del valle. Todos comparten una cualidad: abren el paisaje de par en par, ofreciendo verdaderas panorámicas de Canarias que cautivan a quienes practican turismo en Canarias.
- Mirador de San Pedro: la mejor panorámica del palmeral de Rambla de Castro y las haciendas históricas.
- Mirador de La Corona: referencia para parapente y fotografía del valle a 750 m de altitud.
- Mirador del Asomadero: amplitud absoluta con el Teide de fondo.
- Mirador de El Lance: balcón clásico, con el monumento a Bentor y vistas frontales del Valle de La Orotava.
Para los aventureros, miradores como La Corona no solo ofrecen la oportunidad de lanzarse en parapente, sino también de contemplar vistas en tiempo real que capturan la esencia de los Realejos en directo. Una manera clara de elegir el tuyo:
| Mirador | Altitud aprox. | Qué se ve primero | Acceso | Plan ideal |
|---|---|---|---|---|
| San Pedro | 200 m | Rambla de Castro y litoral | Carretera local + corto paseo | Picnic y fotos al atardecer |
| La Corona | 750 m | Valle completo y costa | Pista forestal o sendero | Parapente y fotografía panorámica |
| Asomadero | 1.100 m | Teide y laderas de Tigaiga | Carretera TF-21 | Lectura del paisaje volcánico |
| El Lance | 600 m | Valle de La Orotava | Carretera a Icod El Alto | Mirada histórica y retratos |
Iglesias que guardan siglos de arte
La historia de Los Realejos se cuenta también en piedra y madera. Tres templos principales, declarados Bien de Interés Cultural, custodian parte esencial del patrimonio insular. En particular, la iglesia de Santiago Apóstol, ubicada en el Realejo Alto, funciona como la iglesia matriz de la zona y es un manual vivo de la arquitectura canaria. Sus cubiertas de par y nudillo con lacería recuerdan la tradición mudéjar, y su torrecilla con chapitel cerámico domina los tejados. Retablos barrocos, pinturas y un coro del siglo XVII revelan la fuerza del barroco insular. En el interior, paneles museísticos ayudan a comprender retablos y piezas.
- Nuestra Señora de la Concepción, en el Realejo Bajo, conserva la elegancia de sus portadas pétreas góticas y manieristas. Tras el incendio de 1978, el conjunto fue restaurado respetando muros, cubiertas y artesonados. Hoy luce retablos neobarrocos inspirados en diseños antiguos y alberga una obra devocional de gran arraigo, incluida su cruz procesional de plata del siglo XVI.
- El Santuario de Nuestra Señora del Carmen, en el barrio de San Agustín, se levantó a mediados del siglo XX sobre el antiguo convento de agustinas. Planta diáfana, líneas clásicas y techos que evocan trazas mudéjares en yeso. La talla genovesa de la Virgen del Carmen, fechada en 1726, es el corazón de una devoción marinera que cada 15 de agosto toma la calle.
Una visita pausada a estos tres hogares de arte sacro aporta otra capa al viaje: la del oficio de carpinteros, canteros y doradores que han elevado la arquitectura vernácula canaria a categoría propia.
Tradiciones que laten todo el año
Los Realejos presume de una agenda festiva intensa y diversa. La Romería Regional de San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza en mayo cubre de trajes, carretas y parrandas el recorrido. Las Cruces y Fuegos de Mayo combinan arte floral y pirotecnia con un sello único, destacando el oficio de talleres tradicionales como Hermanos Toste en la comarca.
Julio y agosto se llenan de sal y música con la Fiesta del Carmen, extendiendo la devoción desde Puerto de la Cruz hasta San Agustín. Bailes de magos, procesiones de barrio, rondallas y agrupaciones folclóricas mantienen vivo un repertorio que incluye isas, folías y seguidillas. La artesanía, como el calado canario y la cestería de varas de castaño, sigue enseñándose en talleres y casas de cultura.
Sabores de kilómetro cero
La mesa realejera es honesta y sabrosa. La papa bonita reina cuando toca cosechar, y no faltan ferias y muestras que le rinden tributo. El cochino negro canario, los quesos de cabra de leche cruda, los mojos, el gofio y una repostería con memoria —esos pastelillos hojaldrados con dulce de guayaba— componen una oferta que invita a sentarse sin reloj.
El vino acompaña con acento local. Aquí convergen bodegas amparadas por la DO Valle de La Orotava y la marca Islas Canarias, con tintos atlánticos de medio cuerpo y blancos aromáticos perfectos para maridar con pescado o quesos tiernos.
Para saborear sin perderse:
- Mercadillo del agricultor y puestos de producto kilómetro cero.
- Bodegas con cata y visita entre bancales.
- Casas de comida y guachinches cercanos que ofrecen menús tradicionales.
- Jornadas gastronómicas: Muestra de la Papa Bonita, Fiesta de los Vinos de Tenerife y rutas de tapas temáticas.
Senderismo y aire libre para todos los ritmos
La orografía crea caminos que conectan mar y montaña. La red de senderos permite cruzar el municipio a pie por tramos que abarcan costa, medianías y cumbre. La Rambla de Castro es la ruta más apreciada por quienes buscan palmerales, haciendas y la brisa constante que acompaña las excursiones. El Sendero del Agua traza la memoria en canalizaciones y antiguas herencias. En Tigaiga, cuestas firmes conducen al Mirador de La Corona y, más arriba, al Asomadero.
Para deportistas con ganas de todo, la -4- es un desafío mítico: desde la arena del Socorro hasta el cráter del Teide y de vuelta. Casi 7.600 m de desnivel acumulado en poco más de cincuenta kilómetros requieren experiencia, aclimatación y una planificación seria. Quien prefiera algo más relajado puede elegir paseos de una a tres horas y reservar energías para una puesta de sol en San Pedro.
Otras actividades que completan el día:
- Surf y bodyboard en Playa del Socorro.
- Avistamiento de aves en Barranco Ruiz.
- Fotografía de flora endémica en primavera.
- Parapente biplaza desde La Corona.
- Observación de estrellas en cotas altas, aprovechando guías locales y cielos despejados.


