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El Bosque de los Guardianes en Tenerife

El camino que lleva al bosque de los «Guardianes Centenarios», último vestigio de un vasto bosque natural que dominaba el norte de Tenerife, está lleno de magia. Quien tiene el privilegio de visitarlo, en Agua García (Tacoronte), en el norte de Tenerife, no puede dejar de quedar fascinado. Desde los primeros metros en que se toma el sendero, uno se aventura bajo un dosel de follaje, al borde de la «Garganta de Toledo». El aire es más fresco debido a la elevada humedad.

Es un ambiente naturalmente húmedo favorecido por los vientos alisios. Gracias a esta humedad, el aguacate de las Azores, conocido como «de la Cuna», crece al borde del camino. Es uno de los raros ejemplares que han sobrevivido a la tala en siglos pasados. Frente al túnel de la «Madre del Agua» y siguiendo el camino, a los pocos metros el entorno cambia considerablemente, la vegetación se abre y el camino vuelve a ser luminoso. Los rayos del sol se filtran entre las ramas de los árboles, creando un sugerente juego cromático. Unos pasos ligeros se apoyan en una alfombra de hojas secas, violando un silencio interrumpido sólo por el canto de los pájaros.

La mirada se dirige a las raras manchas de azul, que curiosamente fluyen sobre los troncos de los árboles. Los restos de los viejos árboles parecen sacados de un plató de cine. Tras cruzar un puente y dirigirse a la derecha, llegamos a la parte más interesante de la ruta. Allí están …. los «Guardianes Centenarios». Son enormes, han crecido durante siglos. Se encuentra a los pies de un impresionante ejemplar del que se dice que rivaliza en años con el famoso «Dragón» de Icod de los Vinos. Es una auténtica reliquia fósil de la naturaleza. Una maravillosa madera policromada con infinitos matices. Este tipo de madera se remonta al periodo terciario. La glaciación destruyó estas preciosas formaciones arbóreas, dejando sólo algunas pinceladas.
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El bosque está poblado de tejos, naranjos silvestres, laureles, zarzas, pero también de helechos, arbustos, setas, líquenes, musgos, aves, insectos, una larga lista de seres que forman un ecosistema único. Envuelta en la humedad y las nubes, así se conserva la vegetación de hoja perenne. Los auténticos protagonistas son los «viñatigos» (persea indica). Árbol de hoja perenne, de la familia del laurel (endemismo macaronésico), que puede alcanzar los treinta metros de altura. La madera es dura, de color rojizo, y las hojas miden veinte centímetros de largo, tienen forma de lanza y el ápice es romo. Los «Guardianes Centenarios», que dan nombre al sendero, son los «Señores» del bosque y es en sus troncos y en los huecos de sus raíces donde reina la seducción. A un lado están las «cuevas de Toledo» o Cuevas del Vidrio, que se excavaron en el siglo XVI para extraer roca volcánica para fabricar vidrio. Esta práctica dejó como recuerdo un pequeño laberinto de cuevas. Puedes pasear por ellas, sintiéndote envuelto por una brisa fresca.

La sensación de entrar en una dimensión inusual es intensa, tanto por el silencio como porque la roca se ilumina a veces con una luz lejana. El paseo por el bosque es de baja dificultad, dura aproximadamente una hora y está bien señalizado. Esta ruta pertenece al «Paisaje Protegido de las Lagunetas» y merece la pena visitarla porque le sorprenderá por su diversidad.

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